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​​Rosa Montero y el amor hacia la literatura

Karina Martínez Reséndiz

       @kari_maree

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Pachuca, Hgo.

08/02/2020

Hablar de Rosa Montero es situarnos en Madrid; su lugar de origen; y también es salir de este, para evocar los cientos de lugares a los que esta autora se ha transportado con solo pasar las hojas de papel. Es viajar a través de sus textos, tanto los que ha escrito (novela, cuento y textos periodísticos), como los que ha leído.

Hablar de Rosa Montero, es saber que es una escritora y psicóloga tan brillante que puede combinar la lectura y la escritura en un solo ejemplar y hacerlo de una forma magistral. Es dar un recorrido por la literatura y quedarte atrapado un buen rato, porque no importa si es en dos cuartillas o más, te hacer querer quedarte a indagar en esa historia, en la que habla del autor, el libro y el contexto; la gran triada.

Es  El amor de mi vida, un recorrido de 269 páginas donde  cumple con estas características, y que dictamina sin duda alguna y en su propio prólogo de “Unas palabras previas” que “Los libros  son la presencia más constante de mi existencia. Mi mejor apoyo. En muchos sentidos, el amor de mi vida.”  Y es que ella le apuesta a las palabras y se siente tan acongojada por aquellos que no leen nada, pues le da pena que vivan muchísimo menos, que aquellos que sí lo hacen.

Es una recopilación de sus textos publicados entre 1998 y 2010 en el periódico El País. Son 45 artículos literarios, pero  no es equivalente al número de libros que resguarda, pues en varias de estas, llega a hablar de dos o incluso tres, ya sea agrupándolos por tema o por aquella clasificación que hile sus ideas y así lo considere.

Este libro de editorial Punto de lectura, abre con la gran incógnita que no solo la autora ha usado en sus entrevistas, sino que ahora nos atormenta, como consecuencia de leerla,  con la  pregunta de la escritora Nuria Amat: “si, por un maldito capricho del destino, tuvieras que elegir entre no volver a escribir o no volver a leer nunca más, ¿qué escogerías?”  Y el silencio se apodera de nuestra boca y le damos vueltas a la respuesta en nuestra mente. Lo que para muchos es complicado, para otros es más fácil y sin titubeos, Rosa Montero, opta por quedarse  con lo segundo, porque “Dejar de leer es la muerte instantánea. Sería como vivir en un mundo sin oxígeno”.

Es por ello que la afanada lectora, nos quiere convencer de seguir leyendo a través de sus escritos ¡Qué ironía! Y por eso nos acerca y dedica,  a la gran hermandad mundial de amantes de los libros este tomo. Comenzamos el recorrido con El siglo de la aniquilación, un texto que habla de un Charles Darwin como sacerdote, abriéndose paso, gracias  a ello, en la geología, la botánica y otras áreas que lo llevarían a viajes. Pero son estos mismos lo que  lo llevan a un enfrentamiento consigo mismo, pues sus resultados obtenidos lo llevan a contradecir el mito de la creación divina y comienza en secreto La teoría de la evolución, una idea que iba en contra de todo, de Dios, de la época y de él.

Avanzamos con La belleza del monstruo dedicado a Frankenstein, de Mary W. Shelley. Y recorremos la juventud y los últimos días de esta clásica escritora que termina el libro por una apuesta y que vivía tan adelantada a su época que era terriblemente juzgada y marginada por la sociedad, dejando claro que se debe tener cuidado, pues si tratas a alguien como un monstruo, en eso se convertirá.

Y así, somos testigos de muchos sucesos más: vemos a un frágil Joseph Conrad, escritor de El corazón de las tinieblas, marcado en su infancia por la imagen de su padre enfermo quemando sus escritos a orilla de la chimenea: la redención incluso antes de ser vencido; y vemos la evolución de Conrad para lograr escribir en la que no fuese su lengua materna: el inglés; porque él estuvo convencido de que sí no  hubiese escrito en ese idioma, jamás lo habría hecho; pero lo logra, a pesar de que jamás lo pudo pronunciar bien.

Y recorremos un poco de París en La extraña pareja donde se habla de Autobiografía de Alice B. Toklas de Gertudre Stain, y cerramos, en este escrito, con El jardín al que nunca volveremos hablando de Lolita de Vladimir Nabokov, donde nos sorprendemos con la historia alrevesada  que pudo inspirar la novela: El abuelo de Vladimir se casa con la hija de su amante para poder estar cerca de ella sin que sospecharán de esa relación.

Montero no hace que paguemos por un libro sino por muchos boletos de viaje, cada uno diferente y único: desde Marte, París, el siglo XX y hasta el siglo en el que vivimos, ella nos hace dar no una, no dos, sino más de 45 vueltas alrededor de su mundo, de su amor, de sus libros.

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