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De una habitación propia al mundo real

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         Karina Martínez Reséndiz
Pachuca, Hgo.

03/07/2020

A través de un ensayo  con una narradora ficticia, pero recorriendo una cuestión de la realidad, Virginia Woolf desmenuza el tema de  las mujeres y las novelas a lo largo de 81  páginas (al menos en el escrito que yo tengo).

Dividido en seis capítulos, la escritora feminista justifica el texto basado en dos conferencias dadas en octubre de 1928 pero alterado y ampliado para su mejor comprensión en papel, dejando como aportación y concluyendo desde el inicio que “una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”.

Woolf indaga en el pasado para poder abordar estos cuestionamientos que se hace a través de la protagonista que utiliza el nombre de Mary Beton, Mary Carmichael o Mary Seton.  Es en el recorrido que ella misma hace para contestar las preguntas, donde también se revela el contexto de aquella época.

 

Desde el inicio  nos plantea que el tema de  las mujeres y las novelas es algo tan extenso que no se puede limitar e incluso plantea las vertientes: las mujeres y su modo de ser, las mujeres y las novelas que escriben o las mujeres y las fantasías que se han escrito sobre ellas.

No es una tarea nada sencilla cuando vemos  la división de los espacios que  hacen que Mary no pueda acudir a ciertas bibliotecas sin ningún permiso en la mano, pero es en Inglaterra donde lleva gran parte de su investigación y se da cuenta de que están bajo un patriarcado. A través de los libros descubre la invisibilización de las mujeres en la literatura, las obras de hombres que se han especializado en hablar de ellas en donde la mayoría las colocan como seres inferiores mental, moral y físicamente, y la representación que manejaban de ellas aun cuando ni siquiera existían de esa forma en la vida real.

 

“¿Por qué son pobres las mujeres?” Es otra de las incógnitas que se plantea la autora. Una pregunta que se desglosa de “¿Qué habían estado haciendo nuestras madres para no tener que dejarnos bienes?”   Y descubrimos a través de su investigación que ellas no podían ganar dinero pero sobretodo que la ley les denegaba el derecho a poseerlo en caso de que lo ganaran.

 

Mary se plantea esto porque se da cuenta que gracias a una pensión que recibió como herencia puede dedicarse a escribir libremente, pero no todas tienen el poder de hacerlo. Dedicarse a la literatura siendo mujer era tema de escándalo  y de persuasión a la deserción. Recorremos a quienes lo lograron como las hermanas Brontë o  Jane Austen, quien escondía sus escritos en medio de tantas personas rondándola porque no tenía una habitación propia donde sus ideas pudiesen crecer sin que nadie las talase ni interrumpiera. Y recorremos a una imaginaria hermana de Shakespeare que poco probable hubiese podido salir a la luz.

 

Mary hace hincapié en escribir objetivamente cuando ve cierto enojo en algunos escritores, pero también se da cuenta de que algunas de las pocas mujeres que lograron escribir, suelen imitar el estilo de los hombres porque no sabían cómo empezar a tenerlo.

Virginia nos hace conocer y  cuestionarnos nuestra historia, nos da la mirada a la invisibilización de nuestras ancestras, nos hace conocer los espacios, agradecer  y sobre todo, nos hace pensar y querer desear y tener una habitación propia y quinientas libras porque como ella lo menciona: “quinientas libras significan el poder de contemplar y un pestillo en la puerta el poder de pensar en sí mismo”.

Una habitación que nos permita ganar terreno para que nadie asuste esas ideas propias que deben tomar su propio lugar,  un tiempo para crecer y uno para exponerlas sin que nadie las arranque, para que ese pecesillo (una metáfora que hace a las ideas en el primer capítulo) no deba  volver al estanque porque se han escandalizado al sacarlo del agua, pero sobre todo por colocarlo en un territorio que no estaba pensado para ellas, para nosotras.

 

Leer a Virginia Woolf es ver que algunas cosas del pasado siguen vigentes, otras se siguen luchando y unas más han ganado terreno, y que ha cambiado muy poco desde el año en que Una habitación propia salió a la luz: 1929.

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