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Así viví la marcha 8M

                  Elvia Trejo

Pachuca, Hgo.

10/03/2020

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El día había llegado tras una larga espera, sabía que sería histórico. Me costó dormir una noche antes, hice dos carteles, uno para mí y otro para mi persona favorita, con quien asistiría a la marcha. Mi cartel decía “somos el grito de las que ya no están”, el otro anunciaba “no hay otra obligación que ser valientes”, ambos mensajes muy oportunos y que considero iban perfecto con nosotras. El texto de mi pancarta está motivado en el propio deseo de ser periodista, el cual  surge de la mano con querer dar voz a los vulnerados, a los silenciados, denunciar las injusticias y ser la voz de quienes la necesiten. Como todas mis hermanas que marchan, que se manifiestan, que alzan la voz, también he pasado por momentos escabrosos, pero sigo viva, y mientras no me arrebaten la vida les debo a quienes sí gritar por ellas. El segundo mensaje lo elegí porque mi persona favorita tenía un poco de miedo de asistir a la marcha (por cuestiones que me rompen el alma, pero que no me corresponde mencionar aquí), pero lo hizo porque es muy valiente, todos los días lo compruebo y la admiro tanto por eso.

Salí de casa con la canción Paren de matarnos, de Miss Bolivia, en mi cabeza. Mientras estaba abordo del Tuzobus y escribía un mensaje para avisar que pronto llegaría. Pude ver a muchas chicas con las que compartía el mismo destino ¿Cómo las reconocí?, me lo crean o no, estas mujeres tienen una gran fortaleza y lo transmiten, se ven libres, valientes; su vestimenta negra, algunas otras en tonalidades moradas o verdes, solo reafirmaban lo que ya sabía, eran mis hermanas. El transporte paró en la estación Niños Héroes, caminé hacia plaza Independencia y no quedó ninguna duda: eran mis hermanas.

 

Mientras me dirigía al Reloj Monumental de Pachuca, punto de concentración de la marcha, me invadieron los nervios, sin embargo, al aproximarme a mi destino, veía más y más mujeres congregadas ahí, unidas por una misma causa, me reconfortó. Llegué a las 10:58 a. m. al encuentro (dije que llegaría a las 10:30 a. m., ¡pero bueno, una no es perfecta!), me encontré con mi persona favorita y nos dispusimos a unirnos al contingente, saqué los carteles de mí mochila verde -no era coincidencia- y le di el suyo; me puse mis pañuelos, el morado en la mano izquierda y el verde en el cuello, porque el aborto será legal, seguro y gratuito, y no se me olvida la traición del Congreso de Hidalgo el 12 de diciembre del año pasado. Al ir avanzado comenzaron las consignas, siempre me pasa que al principio me cuesta encontrar mi fuerza, y repito las consignas en voz bajita, pero al ser consciente de que no soy solo una voz, que mi voz es parte de ese grito colectivo, que mi voz contribuye a que nos escuchemos cada vez más fuerte, es ahí cuando encuentro mi fuerza y grito, con valentía, con coraje, quiero ser escuchada, quiero que todas seamos escuchadas y nunca más tengan la comodidad de nuestro silencio.

Fotografía por Frida Yáñez

Tardamos un poco detenidas en la calle Guerrero, avanzamos lento pero seguro, mientras nuestras hermanas encapuchadas, armadas con todo el valor, coraje y una lata de pintura en aerosol realizaban pintas, nosotras las respaldábamos y resguardábamos, al unísono de las consignas que nos unen, que nos empoderan. Las veía a todas, no conocía a nadie a mi alrededor -solo a la la grandiosa chica que iba a mi lado tomada de mi mano-, pero francamente no importaba que fuera esa la primera vez que las veía, sabía que estaba a salvo, que no estaba sola, que si mañana alguien decidiera violentar mi cuerpo o arrebatarme la vida, ellas saldrán a pedir justicia por mí, y es recíproco, aunque estábamos ahí protestando, haciéndonos escuchar para que ninguna de nosotras tenga que pasar o volver a pasar por alguna situación tan desagradable. No pude evitar sentir mucha impotencia al pensar en las miles y miles de mujeres que ya no están y en cuántas más debemos faltar para que las personas vean que la violencia de género existe, que los feminicidios son reales y hagan algo al respecto, es por eso que una de mis consignas favoritas es la de: “Señor, señora, no sea indiferente, se matan a las mujeres en la cara de la gente”. Deseo tanto que acabe esta indiferencia.

Llegamos a plaza Juárez, luego de varias consignas más comenzamos a hacer una cadena, nos tomamos de las manos, rodearíamos plaza Juárez. Nosotras quedamos frente al Palacio de Gobierno, de repente, vi como llegaron corriendo nuestras hermanas encapuchadas y comenzaron a realizar pintas, todas vitoreamos su acción, ese momento solo pudo hacerme recordar a la señora Yesenia Zamudio -madre de María de Jesús Jaime Zamudio-, quien dijo en un video que cada que veo me hace llorar y empatizar tanto con su sentir: “… y la que quiera romper que rompa, y la que quiera quemar que queme, y la que no, que no nos estorbe”; y eso hicimos, no estorbamos, las pintas seguían cuando dos de mis hermanas -a las cual les reitero todo mi respeto y admiración- comenzaron a romper los vidrios de las puertas del Palacio de Gobierno. El sentimiento que me invadió al verlas tan libres, sin miedo, rompiéndolo todo, aún no encuentro cómo describirlo. Nací con un exceso de empatía, desde pequeña me han dolido las injusticias y siempre fantaseé con cambiar al mundo, de estar siempre a favor de las causas justas; al ser consciente de que a las miles de mujeres ahí reunidas las movía lo mismo que a mí me hizo estar en total paz, supe que había encontrado mi lugar, y ese es la lucha junto a todas mis hermanas feministas.

Fotografía por María Lozada

Después de pintar y romper comenzaron a pasar la voz de que regresáramos al Reloj Monumental, algunas nos dispersamos, pero al final ninguna se fue, nos quedamos en plaza Juárez. Se pintó el monumento de Benito Juárez, dejamos las marcas de nuestras manos con pintura rosa y vino lo más duro de todo: escuchar a la familia de algunas mujeres que siguen desaparecidas, de las que fueron asesinadas y escuchar de viva voz de las víctimas de abuso y agresión sexual; me rompió el alma. Grité muchas veces “no estás sola” y “yo sí te creo” mientras veía y escuchaba a todas esas mujeres destrozadas por lo que sus agresores les habían hecho, rotas porque nadie les creyó y, para colmo, algunas deben seguir conviviendo con ellos todos los días. Me llené de ira por varias cuestiones: la primera, ¿cómo alguien puede destrozarle la vida a estas mujeres y salir impune?; segunda, ¿cómo puede haber tanta indiferencia ante estas situaciones?; y tercera, ¿cómo alguien puede dudar de la víctima y preferir encubrir a los acosadores, violadores y asesinos? Abracé con el alma a todas y cada una de las mujeres presentes, agradecí porque están vivas y desee que lo sigan estando; a pesar del inmenso dolor con el que han tenido que cargar siguen luchando, por ellas y por todas, por eso y más el feminismo nos salva.

 

Dejamos nuestros carteles alrededor de la pinta en el suelo que decía “8M”, resaltaba con la pintura verde que nos recuerda que en Hidalgo la interrupción legal del embarazo #SeráLey, se montó un tendedero con un sinfín de denuncias y, para finalizar, cantamos Un violador en tu camino, culminando con un fragmento de una de las estrofas del Himno Nacional modificado:

 

Y tus templos, palacios y torres

Se derrumben con horrido estruendo,
Y sus ruinas existan diciendo:
De mil MUJERES la patria aquí fue.

Fotografía por Elvia Trejo

Fotografía por Elvia Trejo

Los medios no se hiceron esperar, para una vez más demostrarnos de qué lado están. Muy pocos tuvieron la decencia de enviar a mujeres reporteras a cubrir la marcha y desde ahí supe qué debíamos esperar en sus publicaciones, después de ver las notas divulgadas me encontré con una publicación del periodista Axel Chávez que exponía:

“Los medios fallan cuando criminalizan la protesta. Con ello se desvirtúa una lucha justa y necesaria por los derechos de las mujeres y por el cese de la violencia feminicida. Los cuerpos hallados, la falta de justicia, debe ser muestra principal indignación. El periodismo debe estar más cerca de las víctimas; más lejos de los poderes a los que interesa la desvalorización del reclamo y de la lucha.”

No puedo estar más de acuerdo con eso. Desde luego que el pueblo misógino y machista hidalguense no tardó en llenar las redes con comentarios tan ridículos, desde invitarnos a estudiar para no hacer esto hasta desearnos la muerte por alzar la voz; lastimosamente muchas de estas personas son las mismas que apoyan actos delictivos como el huachicoleo. Gente de Ixmiquilpan, Tasquillo, Cardonal, Alfajayucan, Zimapán y alrededores tienen el cinismo de criticar nuestra protesta, en donde solo se rompieron vidrios y pintaron paredes para protestar por una causa justa a favor de todas las mujeres, mientras que ellos siempre han actuado con violencia, quemando, destruyendo, golpeando, robando, siendo arbitrarios, así es, porque la mayoría de sus luchas son a beneficio personal o de políticos; han tomado la justicia en sus manos infinidad de veces y ahora nos vienen a decir que nuestra protesta “vandálica” no resolverá nada. Afrontémoslo, lo único que les molesta a estas personas es que las mujeres ya despertamos y nunca más vamos a callarnos ni permitiremos ningún tipo de violencia, ¡se les acabó!

Francamente no me interesa la aprobación de la gente, no me ofenden cuando me llaman “feminazi”, cuando se burlan de mis publicaciones, cuando me agreden en redes sociales, porque esta lucha es legítima, es por mí y por todas la mujeres. Tengo el privilegio de poder alzar la voz, muchas no pueden, y por esa razón no puedo callarme, no debemos callarnos. Desde aquí abrazo a cada una de mis hermanas feministas que este 8M en Hidalgo hicimos historia, les doy la bienvenida a todas las mujeres que comienzan su camino a la deconstrucción y que ya comenzaron a reconocerse como feministas, a las que aún no lo hacen aquí las esperamos para sostenerlas, apoyarlas y recordarles que no están solas.

Edición: Pinita Zúñiga

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